8 - Tras los límites de Plutón
Capítulo
1
Aquella brisa sopló en la mañana como un
suspiro sublime y evocador de viejas ilusiones y recuerdos, siempre suave,
siempre dulce y siempre verdadera, pero por desgracia ya extinta. La soledad se
retorcía en mis carnes aprisionándome y arrojándome cada día a un pozo sin
fondo negro como la muerte misma. Sin mi mujer y sin mi hija, la brisa dañaba,
hería en los huesos, prendía fuego a los recuerdos y arrojaba sus cenizas a un
mar de depresión y locura. Ya había comenzado con la medicación, el psiquiatra
no hacía sino subir y subir la dosis de aquellas pastillas. Estas surtían
efecto, y mi situación se hacía soportable, pero era como una de esas
soluciones que duran poco, cuyo arco iris se diluye en un cielo azul, magnifico
y bucólico, pero inalcanzable, imposible e insoportable… el doctor Rojas se
llamaba… la última vez le dije que si tenía previsto hacerme estallar de tanta
píldora y el solo me decía en su indudable profesionalidad Tenga calma, saldrá de esta, hubo momentos que llegue a insultarle
incluso, pero no era ese el camino. La senda se había esfumado con la partida
de la única substancia de mi vida, mi costilla y mi futuro, y ninguna química
podía abastecer ese dique seco que era ahora mi hogar y mi mente. Podía elevar
momentáneamente la moral, conseguir que no me estrellara irremediablemente… y
sin embargo, el péndulo del reloj de pared de casa pendía incesante sin cantar
sonido alguno. Horas y horas permanecía mi cuerpo tumbado en un sofá, y mi alma
había olvidado ya las emociones de una caricia ¿Dónde andáis, oh, mis mujeres
de morada? Ellas se fueron por problemas personales maldita sea, ¿pero tan
graves resultaron ser?…. Quizás el culpable era yo, decía mi hija que mi
corazón era duro como una roca, incapaz de reconocer errores, pero ahora mismo
dos años después de su marcha veo el yerro construido entre las cuatro esquinas
de mi vivienda, y yo represento su estampa gris. Deje el trabajo, aparté los
amigos, me dio por la bebida, la dejé, pero el vació estaba dentro y en
definitiva, toda esperanza se me escurría de las manos.
Imposible aguantar otro año así, mi salud
mental iba de mal en peor, ya comencé a tener delirios, pensaba que me
escudriñaban en la sombra, así que una última salida que tuve, fue hacerme
coleccionista de postales, como lo oyen. Cada mañana me iba para la calle
murales a la tienda Reverte & Lucio, de antigüedades varias, y compraba
algunas viejas y oxidadas fotografías de segunda mano, muchas escritas por el
dorso, y las llevaba a casa a pegarlas en el cuarto de baño. Jorge, mi
psiquiatra, ya me alertó de lo patológico de estas conductas, y me aumentaba el
condenado tratamiento. Fue en una de esas en su consulta, cuando con el rabillo
del ojo vislumbré un antiguo libro en la estantería esta vez llamado “Mi ruta a
Madagascar”, que Jorge aseguraba que era una novela, pero por lo que fuese me
causo tanta curiosidad que le pedí me la prestara unos días… este aceptó, y el
volumen permaneció cinco días en la cómoda de mi cuarto hasta que una noche me
dispuse a ojearlo
Se trataba de un libro de viajes, un poco
pomposo, en el que el autor, Ruperto Adánez, relataba su viaje a Madagascar en cuatro
semanas a bordo de una embarcación que el mismo diseña y construye. Saliendo
desde Mozambique con un rudimentario motor y enfrentándose a todo tipo de
adversidades meteorológicas consigue llegar a la isla africana completamente
agotado y depauperado, pero con el entusiasmo de haber terminado una aventura
contingente en su vida. Si bien pudiera parecer más desorbitante para el gran público
que el tipo se hubiese decidido más bien por un viaje cruzando el pacifico por
ejemplo, a mí el tomo me resulto divertido, y sobre todo estimulante.
Al concluir la lectura, apagué la luz de
la mesita y volví a la rutina desasosegante de dormir, hoy por lo menos había
hecho una actividad intelectual diferente a la de costumbre, y esa noche en el
sueño fantasee con mis viejos tiempos de niño, en el que trasteaba con un
pequeño telescopio de juguete. Este no llegaba a atisbar más de medio metro
claro, pero alimentaba la imaginación de un muchacho interesado en física y
astronomía. Enseguida aquel mozalbete hacia sus planes ficticios para visitar
una u otra estrella, inspeccionar si existía agua en las lunas de algún planeta
anillado, o perseguir a cualquier asteroide perdido que penetrara el inmenso
océano espacial…
Y entonces en un momento dado, creo que en
voz alta debí exclamar amodorrado: “¡Atravesar
el sistema solar!”
Capítulo
2
Esa misma mañana me visitó Víctor, un
antiguo compañero del servicio militar con el que tuve la oportunidad de
visitar muchas veces el observatorio municipal, el cual sí que llegaba bastante
más lejos que mi pequeño telescopio de cachivache en lo que a visión del cosmos
se refiere. Nos apasionaba la astronomía, y ambos habíamos estudiado la carrera
de astrofísica en la universidad Yamarosa. Pensábamos a menudo en aquellos
hombres que partieron a la luna, o dieron vueltas alrededor de la tierra, y
siempre charlábamos de ello en casa tomando un café con hielo… sin embargo, hacía
mucho que Víctor no pasaba por aquí desde la marcha de Natalia y Sofía, y eso
me decepcionó. Durante los años habíamos forjado una amistad que iba más allá
de las matemáticas y cálculos para compartir progresivamente las inquietudes y
miedos más internos, así como la manera de ayudarnos mutuamente, lo que se dice
un amigo vaya. Pero por una parte, quizás debido a mis compromisos laborales y
familiares, nos distanciamos, y luego vino el accidente en la central donde un
remache de metal me destrozó la pierna y casi tuvieron que amputármela. Eso,
que coincidió con la marcha de mis dos chicas, me sumió en una profunda
depresión de la que ya les he hablado, y percibía una pensión por invalidez, Víctor
no estuvo conmigo en esos momentos, aunque si vino una vez a verme al hospital,
y a partir de ahí al volver al hogar comenzó mi oscuridad.
Pero hoy retorna mi viejo amigo después de
tanto tiempo, y la verdad que me alegro de ver su simpática y bien conservada
facha, estuvimos charlando de antaño, de nuestras familias, y de… naves
espaciales, cada uno trabajó en una empresa, yo, la Agencia estelar española,
el, seguía en la SIMARION, y nos mostrábamos los antiguos bocetos de juventud
sobre nuevas embarcaciones para visitar Marte, descubrir Júpiter, o el montaje
de la colonia-prototipo en Ganimedes… reímos y lloramos recordando, y es que
ninguno de los dos había salido jamás de la atmósfera terrestre, y nos temíamos
que así iban a acabar nuestros días, cuando parte de nuestro ingenio, era usado
por las potencias mundiales para proyectos espaciales, la estación en órbita, y
la ya antigua Neo-Media uno.
Hablando y hablando nos dieron las ocho de
la tarde, y fue el momento de contar a Víctor mi sueño y balbuceo de anoche, le
repetí en varias ocasiones la frase “Atravesar el sistema solar” y el tras
reírse un poco al principio se fue volviendo más seco…
-¿No estarás pensándolo en serio verdad
Jonás?, ponerte ahora a hacer un croquis para divertirte me parece bien, pero
te conozco, y se lo lejos que vas siempre en todo,
¿Crees que alguna empresa estaría
interesada en un proyecto de esa magnitud?
Pero mi colega Víctor no comprendía en
realidad la repercusión del asunto, solo le había enunciado mi chapurreo
nocturno entre sueños, y no obstante un delgado brillo había emergido en la
opacidad de mi mente, y esas últimas palabras suyas avivaron un fuego que ardía
en lo hondo de mi corazón desde niño
-No se Víctor veras, te parecerá una
locura… pero voy a volver con mi proyecto, ¿recuerdas?, tranquilo, solo será
para diversión por supuesto, no busco que nadie compre algo tan utópico y puede
que hasta lleno de fallos ¡ja ja!, simplemente me servirá como terapia para
lavar un poco la mente de quimeras y reactivar mi… bueno… orgullo perdido. No
sabes lo que es estar aquí en soledad tanto tiempo, y además con esa maldita
medicación diaria. Sé que palia el dolor… pero no es la cura, la sanidad sería
volverlas a ver definitivamente, arrojando todos los rencores al fondo del mar…
pero ninguno de los tres puede… quizás este nuevo proyecto aunque solo sea en
papel, me ayude a reconfigurar la cabeza…
-Bueno si es así te apoyo amigo, espero que
disfrutes haciendo esa utopía de la que siempre hablamos, mañana te traigo unos
libros, puede que te sirvan en los cálculos, cuando termines podrías montar una
exposición en el salón de actos Escobar, sabes que por allí pasa mucho mandamás
de la agencia estelar, y, bueno no se… ¿te imaginas que seleccionan tu idea
para realizarla en un futuro?, aunque muchos años deberían de pasar me temo…
-Gracias por tus halagos Víctor y espero
impaciente esos libros, ya verás que diseño va a quedar…
Pero le mentí a Víctor en una cosa, y es
que el proyecto que tenía en mente no iba a quedarse solo en planos y maquetas…
sin saber muy bien a donde estaba yendo, la frase “Atravesar el sistema solar”
continuaba bailando en mi cabeza y repulsando mi corazón con un brío inaudito.
Un horizonte que aunque remoto parecía regresar como un boomerang a mis manos.
Cuando Víctor se marchó ya de madrugada, rebusque esos antiguos escritos míos
de joven, llenos de algoritmos y esbozos técnicos que constituyeron la
ambiciosa obra Molina-1, el plan de una nave espacial para una sola persona que
fuese capaz de llegar a Saturno en un mes tan solo, transportándose a una
velocidad nunca antes conseguida. Aquel proyecto se quedó olvidado entre mis
carpetas y era la hora de recuperarlo, Víctor durante años se había dejado la
voz intentando convencerme de la inviabilidad del plan, pero lo cierto es que
fue poco antes de casarme que abandone aquella ilusión entre la polvareda gris
del trastero… un momento, debía ser realista, no fui capaz entonces y menos voy
a serlo ahora, por lo que tan solo me centraría en su restauración como
divertimento, mi cabeza y mis pies han de seguir en la tierra… en la tierra… en
la tierra…
Capítulo
3
Es increíble la cantidad de viejos papeles
que tuve que ordenar en el deshabilitado cuarto de estudios. A medida que los
iba revisando, mi mente recordaba farragosamente todos los cómputos, algoritmos
y formulas necesarias para la construcción del Molina-1, una nave de no más de 5 metros de largo… con
forma esférica y de color blanco, fue un proyecto mío de juventud, posterior a
la tesis universitaria, en el que intentaba inventar un nuevo tipo de
maquinaria espacial capaz de traspasar el espacio sideral a una velocidad tal
que pudiera llegar a Plutón en apenas tres meses y medio. Durante cinco años de
mi vida ese boceto deambuló por los rincones de la habitación prosperando cada
día, a pesar de una falta total de medios, alimentada su factura por los sueños
e ilusiones de un joven con la luz de la vida aun en el rostro. Poco a poco,
ese anhelo se fue disipando por los quehaceres diarios y por mi nueva vida de
casado, lo cual afronté con gozo por supuesto, el niño se convertía en hombre y
este tenía a su mujer, una sola carne éramos ya, y los antiguos proyectos se
restaban importancia por muy visionarios que fueran… hay que entenderlo, Molina
1 era inviable para esa época… necesitaba de una tecnología de aerodinámica
espacial demasiado avanzada y compleja, y además me obligaba a invertir todo el
tiempo en ello, cosa que con mi nueva familia era imposible… unos años después
vino Sofía, nuestra hija, y mi vida se veía colmada de buenos pronósticos…
Es en la actualidad, en tal vórtice de
tinieblas, cuando me encuentro rediseñando aquella locura de embarcación
cósmica diseñada para traspasar los límites del sistema solar y afrontar el
llamado infinito, que cuestionable o no, es lo que le esperaría a la nave
durante varios cientos de años con tripulación o sin ella…
Diseñada únicamente para una persona y
disponible también de control remoto, Molina 1 era una bola de cinco metros
compuesta de titanio recubierto de cerámica, como una especie de habitáculo,
con los instrumentos necesarios para la manutención del piloto en periodos muy
largos… tenía una entrada en el borde derecho y un sistema de oxigenación a
partir de plantas naturales, que hacían su fotosíntesis a partir de lentes
especiales que Víctor y yo diseñamos, y que podían imitar la luz del sol.
En
el frente había una cubierta de cristal especial resistente a la tensión, y un
pequeño huerto del que conseguir comida, mantenido por el mismo sistema de
lentes. El agua era obtenida por una maquina procesadora del orín las heces, el
aire y los frutos de las plantas, pudiendo sacar dos litros de agua diarios,
suficiente para vivir. Para la higiene personal sin embargo, solo llevaba
toallitas higiénicas. Propulsado mediante un gas especial, Molina 1 fue la
causa de que uno de los astrofísicos decanos de la facultad, Gerardo León
dejara de hablarme durante medio año, llamándome tozudo, iluso y creador de
disparates insanos, Víctor se negaba a aceptarlo, y mis dos chicas reían cuando
por casualidad se recordaba el asunto en casa.
Ahora me supone algo divertido retomarlo,
y aunque solo se quedara en papeles y números, podría presentarlo en el salón
de actos Escobar, y al menos que quedara constancia de algo mío
Pero una mañana un mensaje en el
contestador me volvió a sumir en un estado de pena aun mayor
Jonás,
Jonás, ¿no estás en casa?, escucha soy Víctor, tengo que declararte algo que me
remuerde por dentro, veras… es difícil, pero, Natalia y yo… llevamos un tiempo
saliendo y eso no es todo… tu hija Sofía espera su primer hijo…
Capítulo
4
8:30 de la mañana, hace un bonito día de
sol, esperemos que la captura sea hoy más provechosa que ayer, esta vez iré a
la chatarrería de Pedro Amaya, y veremos cuanto titanio puedo comprar para mis
propósitos, dejemos los lamentos para más tarde…
He alquilado una furgoneta al viejo
Alfonso y salgo de la ciudad a la zona noreste donde se encuentran los viejos
vertederos de terribles olores, más allá de la calle Lucrecia... Detrás de un
hediondo montículo se encuentra la chatarrería de Pedro, un inmenso y
concurrido fortín en donde toda la basura mecánica de la ciudad se hacina en
montañas cochambrosas de fulgente aleación. Es la única luz que atisba en ese
paraje, aun al clamor de la luna llena.
Pues bien, compré 600 kilos de titanio y los
cargue en la parte de atrás del furgón durante la tarde. Al acabar pago al
atezado y sonriente Pedro y marcho a mi desangelada morada carente ya de
recuerdos y bienes domésticos… porque en estos días los acabo de vender casi
todos para mi nueva vida y el nuevo ser en el que voy a ser albergado.
El será mi familia, mis órganos y mi
consuelo, la morada de mi inventiva y alma, la esposa casi hermética que me
guardará del vacío frío cósmico, en definitiva, la mano que me transportara al
infinito…
Y para tener todas sus extremidades
gestantes solo me falta la válvula 56, vital para el buen funcionamiento del
motor aéreo, sé que Víctor tenía una, pero a ese perro traidor no le pido ya ni
agua, mejor iré al taller mecánico de Lucas, y posiblemente encuentre piezas
para poder fabricármela yo mismo.
Ahora necesito descansar, he tenido una
jornada dura. Mañana será uno de los últimos días de recogida y después
comenzara la tediosa construcción de la embarcación soñada..
20 días han pasado ya y por fin comienzo
la fabricación de la nave espacial en mi oscuro pero amplio sótano equipado tan
solo de unas gafas protectoras, una maquina moldeadora de metal y un soplete,
he tardado tanto tiempo porque necesitaba recapitular datos matemáticos, pero
ya por fin puedo empezar a rearmar mis ilusiones perdidas y juveniles, al son
de un cántico nuevo que inventé llamado: Atravesar el sistema solar…
Atravesar
el sistema solar
Traspasar
el velo espacial
Ya
mi alma entera se resquebraja
Y
transmuta mi mente en locura
Lo primero fue encuadrar la plancha base
donde se asentaría la nave, en la que estaban ya colocados los sistematizadores
de oxígeno y agua, conseguí moldearla en forma de curva y sería un cuarto de la
estructura total. Después tras arduo esfuerzo ensamblé el caparazón principal,
con el silbido incesante del soplete.
Terminé y otra vez a dormir, la mitad de
Molina 1 estaba ya levantada, pero no ha sido gratis, anteayer tuve que vender
el coche, el ordenador y varias joyas de valor que guardaba de mi mujer, ya no tenía
sentido guardarlas, recuerdo como apretaba el reloj de nuestra boda entre las
manos con lágrimas en los ojos y rechinar de odio en los dientes, quizás lo
único positivo fuera que mi hija iba a hacerme abuelo, pero estábamos alejados
como la tierra de la atmósfera y encanallados como gente de bajos fondos, o
quizás no tan bajos porque canallas los hay de todas las clases, como ese
Víctor, ya sé por qué no venía a visitarme tan asiduamente el so miserable…
La rabia me impedía pensar con claridad y
justicia, y tan solo guardaba el rencor de haber perdido el alba y el pan,
aunque el pan lo estoy vendiendo para mi viaje a lo desconocido en el que
prepararé mi primer libro titulado “Tras los límites de Plutón”, donde relatare
mi aventura que nadie leerá, tan solo persistirá en las puertas del infinito, o
quizás me estrelle contra ese planeta o alguno de sus malditos satélites
Segunda jornada de construcción, toca
armar el tejado de la nave y comenzar con su interior, lo más engorroso.
Empezaba la puesta a punto de cableados, pantallas, procesadores, etc. que
compre con el dinero obtenido de las ventas. Al terminar lo mismo, dormir
pensar y soñar. Profundamente me adentraba ya en aquellos límites de la
oscuridad
Dentro de unos días voy a vender la casa,
necesito esa válvula en mis manos, y es que hasta la cruz que llevaba en el
cuello he vendido, la fe se había marchado de mi existencia y el templo de
Natalia y yo estaba desmoronado, he empezado a alternar con prostitutas, porque
cada una de ellas parece tener un segmento de Natalia… una sus ojos, otra sus
labios, otra su cabello, y así hasta decenas, con lo que me sobraba para la
construcción de la nave lo he gastado en ocio oscuro y en drogas baratas y
psicotrópicas, amenaza del psiquiatra incluida.
Pero por fin me encuentro ya en la última
fase de construcción del Molina-1, tres meses de arduo trabajo, y la fecha de
lanzamiento al vetusto firmamento será para dentro de poco, atrás dejo las
evocaciones de mi vida pasada.
Capítulo
5
La lata que me dieron Juancho y Cristóbal
mis vecinos de toda la vida no se la deseo a nadie, me decían que como estaba
tan ciego y tonto de vender el único hogar en el que había vivido los últimos
años, y lo típico, que donde iba a dormir, que era lo que me había sucedido,
que planes tenia para comer de ahora en adelante cuando acabasen las rentas…
¡ja ja! ¿qué rentas?, si lo último me lo había gastado ya en el primer plazo de
la válvula 56, por fin encontrada entre los trasteros del taller mecánico de
Lucas, con lo que mis propósitos llegaban a su puerto, no sin antes haber
sacrificado la aurora de mi vida.
Me costó lo suyo encajar ese mecanismo en
tan reducido espacio, un día entero para terminarlo y reconectar toda la
computadora funcional de la nave, con sus decenas de jarcias eléctricas. Y es
que por fin, mi esposa sideral estaba concluida. Lucía un perverso color níveo
y estaba montada sobre los raíles que la propulsarían al firmamento estelar, me
sentía agotado pero complacido con el trabajo.
Ese asqueroso de Víctor aun me dejó otro
de sus patéticos mensajes telefónicos, ¿hasta cuándo tendrá previsto torturarme
con su repugnante voz?, suerte que ya mañana dejare la casa y con el dinero
pagaré las deudas de los materiales. También me es necesario comprar víveres a
pesar de los alimentos auto-renovables, y alquilar un tráiler en el que meter
la nave espacial, transportándola al campo en donde viajare precipitándome al
universo. Creo que voy a escuchar el mensaje de Víctor tomando un poco de esa última
droga psicotrópica de moda, la mitrobala…
Jonás,
soy Víctor, no sé qué estarás maquinando, pero sea lo que sea vuelve, habla con
nosotros por favor, sé que tendrás motivos para odiarme, pero aunque sea visita
a tu hija. Ella te necesita de verdad, está muy contenta de esperar a su hijo.
Sabes que Molina-1 no puede acabar bien, ¿o es que no te acuerdas del
experimento?, saludos Jonás
Ya esta esté imbécil recordándome lo del
experimento de marras, que se habrá creído el mamarracho, me engaña y se pone a
darme lecciones el muy… sabandija, le aborrezco y me duele aborrecerle, pues
fuimos buenos amigos, pero ya no hay marcha atrás, no recibirá contestación, ni
él, ni las demás. El caso es que por parte de mi hija me duele mucho más la
cuestión, porque parece que ella pueda necesitarme, pero tampoco ha venido a
confrontarse, ni siquiera por teléfono, así que no voy a dar paso a falsas
expectativas, seguro que es todo un
tejemaneje de Víctor, acostumbrado siempre a dar lecciones de caridad, y por
supuesto que su alusión al experimento es para dárselas de listo y superior a
mi ingenio.
Aquello no fue más que una prueba que
pusimos en práctica para confirmar que Molina-1 era factible, y salió mal. A
partir de entonces me olvide del invento y él siempre me lo está restregando,
pero ahora ya es el colmo, ¿acaso no se da cuenta de hasta dónde puedo llegar?.
Que les den a todos, nadie ha venido a
visitarme en mi depresión, ni han traído medicina a mis heridas. Y estas ahora
solo absorben el vapor infernal de las drogas, el vicio, el rencor y la
portentosa intrepidez técnica. ¿Dónde
estáis oh, apéndices de mi existencia?...
Sin
embargo el deseo al que jugué de joven se encuentra en el disparadero, y la
única música que me acompañará será la llamada “Atravesar el sistema solar”
La ultima de mis noches en la tierra soñé
con un gigantesco cerdo espacial que viajaba por el cosmos cubierto por un
charco flotante de lodo, su garganta emitía un ruido como procedente del abismo
más insondable y al final colisionaba contra un grisáceo planeta muerto
estallando en espantoso reventón sordo.
Fue un jueves, me monté en el tráiler con
el cargamento en el remolque y me fui al descampado más lejano de la ciudad, no
me importa que encuentren el camión abandonado y los raíles desnudos al viento.
Al llegar monté todo y esperé que fuera noche oscura sin luna, penetré en la
nave, dispuse todo el instrumental técnico, e inicié la cuenta atrás sin vacilar.
Adiós planeta Tierra, marcho para más allá de Plutón
Capítulo
6
Desperté sentado en la butaca de
conducción con el cinturón de seguridad abrochado y la mente aun sumida en los
sueños febriles y caóticos de mi desorden vital. Mi cuerpo semi-flotaba, el
aliento era frío, mis nervios aquejados, y los ojos paralizados y desorbitados… en las paredes de la nave se distinguían
pequeñas estalactitas de hielo condensado por mi sudor…si, estaba tendido en la
cabina observando desde la compuerta principal la inmensidad del espacio…
¡Qué maravilla de océano bruno!, al lado
oeste todavía se divisaba el sol y su reinante esplendor, y las estrellas
diseminadas acompañaban ese destello, pero lo que más me conmovió fue esa
negrura hipnotizante, que parecía estar hecha a mi medida, los astros y
constelaciones parecían ser mis amigos, familiares, y las aglomeraciones de la
sociedad, todos ellos acosándome de por vida, pero en cambio la oscuridad y el
vacío eran míos y de mi novia Molina-1…
Sin embargo algo en ese momento golpeó
internamente mi cabeza, una parte de mi consciencia despertó y se percató que
había iniciado un excitante nuevo camino prácticamente sin retorno, una senda más
allá del destierro donde lo desconocido me aguardaba como la gigantesca boca de
un dragón tragándome. Donde el fuego del sol se apartaba para sumergirme en la
helada vacilación galáctica en pos de mi elección.
Entonces la ansiedad subió por mi garganta
en un quejido roto y seco y mi cuerpo se convulsionó agitándose en todas
direcciones atrapado por la correa cruel del cinturón. De un manotazo la pulsé
y quede levitando en el techo de la nave donde el grito se convirtió en risa
nerviosa de jadeante esfuerzo. Al cabo de unos minutos y tras ingerir unos
calmantes logre tranquilizarme y reacoplarme a mi puesto de mando… ya sentado
escuche el lento y terrible sonido del motor de la nave… una lagrima caía por
mi rostro, en ese momento se me acababa de ocurrir los cuatro primeros versos
para mi libro de poemas “Tras los límites
de Plutón”
Luz
extraña, ¿porque lo intentas?
Voz
en calma ¿porque susurras?
Si
esta es mi casa y aquel mi destino
Novia
engalanada de falso albugíneo
Aquello salió de mi turbulenta inspiración
en solo un momento mientras divisaba los circos de nuestra luna… Molina-1 iba
más rápido de lo que planeé, si seguíamos a esa velocidad no tardaríamos en
llegar a los siguientes planetas… ipso facto aprovechando el control remoto de la nave, me puse a escribir en un papel
todo lo que se me ocurría, porque esa iba a ser la compilación Tras los límites de Plutón. Más que
escribir enguarrinaba en tinta negra el folio blanco, y no era por los envites
de la nave, sino por mi desventurado estado personal…
Así pasaron los días contados por un reloj
especial, y poco a poco me fui acostumbrando a aquel desierto espacial en el
que ninguna música sonaba excepto mis canturreos incongruentes.
Al séptimo día solar estaba ya atisbando
las cortes de Marte, aquel antiguo dios de la guerra para los antiguos, se
erigía acechante y vigilante como un centinela que guarda y advierte en las
puertas de un paraje desolador a los extraños, yo era ese intruso y Marte con
su mortecina aureola, refulgía amenazante. De todas maneras, una fina capa de
depresión lo cubría y su tamaño era ya de por si intimidante al verlo desde la
nave, que opinaría oh! al ver las estelas de Júpiter y Saturno, tan alejado ya
de mi planeta Tierra. Ahí la risa nerviosa volvió, y retornaría muchas veces
ya, como sinónimo testigo de mis aventuras…
Duras las pase al llegar al cinturón de
asteroides, puesto que tuve que aminorar la marcha de la nave para no
colisionar con ninguna de esas estremecedoras rocas, parte quizás de los albores
del sistema solar, no obstante disfruté del majestuoso espectáculo de las luces
zodiacales.
Y entonces el radar divisó algo que venía
a mi lado izquierdo, solo que a varios centenares de miles de kilómetros. Se
trataba del cometa empurio, así bautizado y descubierto por Víctor y el menda,
una gigantesca mole cósmica que dentro de poco pasaría exactamente por donde yo
navegaba y que a simple vista apenas se distinguía, pero el temor volvió a mí,
aturdido por las normas tremendas del espacio. Ansioso por llegar en mi casi
absurdo propósito, forcé el motor y continué la travesía dejando atrás esas
montañas perdidas y flotantes…
Al décimo octavo día llegue por fin a
Júpiter, su mancha roja parecía salida del pozo más misterioso e imposible,
cual sangre incandescente se deslizaba hipnóticamente, también dignos de
impresión eran sus satélites aparentemente quietos e imperturbables pero
testigos de todo el misterio del universo.
Soy el primer humano en pasar por aquí, y
salvo la risa nerviosa, me encuentro bastante capacitado mentalmente para
continuar hasta el final, hasta atravesar el sistema solar y adentrarme en la
tiniebla absoluta…
Día 28, debí equivocarme en mis cálculos,
acabo de dejar atrás Urano y pensaba que ya podría interceptar a Plutón en el
radar, puede que la maquina se haya resentido en su motor debido a la natural
carencia de energía. Inspeccionando, ví que algunas de las plantas se habían
marchitado, porque descubro que aunque nuestras lentes fueron un buen invento,
nada hay como la luz solar, y así la velocidad de la nave se ha ido
ralentizando, así que vertí la última reserva de orina para transformarla en
agua y regar el vegetal 1, el principal motivo de motor de la nave, yo me
quedaría sin líquido que beber por bastantes horas, acabadas ya las reservas de
isotónicos, pero mi único móvil era traspasar la órbita de ese desterrado
planeta y medirme cara a cara con lo inexplorado, tan lejos de casa.
Recibí en ese momento un recuerdo del
primer cumpleaños de mi hija Sofía, el cual celebramos todos los amigos de la
familia reunidos en casa incluido el maldito de Víctor. Deleznables me son
todos hasta la medula y no los necesito ya para nada, entregado como estoy a la
calidez terrible de la túnica cósmica, coloreada por la inefable cordura de mis
neuronas… de todas maneras, volvieron a aparecer más recuerdos uno tras otro,
en particular los que se referían a mi parte de culpabilidad en nuestra
separación, yo quizás no traté a mi hija lo suficiente, ni sonreí a mi mujer lo
bastante. Incluso uno de los motes que me ponía Sofía era el de “Promesas sin
cumplir” en relación a las tantas veces que la fallé según ella claro.
Día
32: He llegado a Plutón, y decido aminorar la
marcha de la nave para no forzarla y disfrutar de este momento, he llegado a
donde ningún hombre ha soñado, he visto la angustia que nadie ha experimentado,
lástima no poder resultar el primer ser en pisar ese suelo, digo solamente
“ser” porque ya no estoy vivo, he arribado al cortejo del Hades, y me aproximo
a su frontera, puedo ver también lejanos, sus satélites Caronte, Nix, Hidra,
Cerbero y Estigia, la atmósfera de Plutón se muestra tenue y casi etérea y su
superficie grisácea y cadáver.
La turbulencia estaba preparada y mi mente
trastocada, tres, dos, uno… y por fin… ¡por fin estoy fuera del sistema solar!,
al fin he sobrepasado todas las teorías científicas y puedo deleitarme
espantosamente ante el vasto dominio que me recibe, nuevas constelaciones,
estrellas que ahora se ven más brillantes que antes, y sobre todo la total
soledad, porque al fin estoy aislado. ¿O no?, ¿quién puede acompañarme
entonces?, como un aguijón, volvió a mí la rabia de perder la vida entre
separaciones, vicios, egoísmos, y todo tipo de abandonos que oprimían mi pecho
hasta el ahogo más convulso… ¿cómo podía ser después de todo el viaje ocurrido?
la risa nerviosa volvió, y sería la última vez
Porque todo cayó entonces, un chispazo de
luz vino no a mi cerebro o sentidos, sino a lo más profundo de mi alma, sentí
entonces el auténtico desafío. Recordé a Jesús, el rey de la historia, después
a mi mujer y a mi hija, a mi nieta por llegar, a mi feliz pasado de infancia y
fue así cuando con todas mis fuerzas sorprendentemente, desee volver, darme la
vuelta, regresar a casa…
Tras unos segundos en los que la nave
perdió el rumbo, preparé los mandos, y con gran esfuerzo pero aferrándome a mi
nuevo deseo, pude hacer girar la nave, de nuevo me situaba frente a Plutón, y
forzando los instrumentos al máximo arranqué a toda velocidad hacia la tierra,
hacia la tierra, hacia la tierra…
Testimonio
de Víctor a la cadena de televisión España A-1
Estuve
inspeccionando vía telescopio todo el viaje de Jonás, desde su partida hasta
que le perdí la pista al salir de la órbita de Saturno. Volví a interceptarle
casualmente cuando parecía regresar y el caso es que al llegar a una zona
próxima al cinturón de asteroides, fue engullido por el cometa empurio, que
cumplía su ciclo estelar y justo se cruzaron los caminos. Fuimos amigos, sí, y
guardo la esperanza de que lo que ansió en sus últimos momentos fue volver a
casa, y esa casa le esperó y le ha acogido.
Fin
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