9 - Un minuto hacia la eternidad




Capítulo 1

Destruido, aniquilado, devastado, humillado, repugnante, vicioso, indigno y un sin fin de perversos adjetivos más eran los que merecía el deplorable estado de mi alma, y todo por mi maldita culpa. Había aprendido a salir hacia delante con muchos recursos y en lo peor de la vorágine de la vida, o así era como me lo creía. Vivir no era para mí sino una sucesión de desgracias auto infligidas y saboreadas, y el pesar se reflejaba en mis oscurecidos ojos. Lo que se dice un sin esperanza vaya, un ser que disfrutaba el tiempo con una intensidad nacida y condensada en el mismo infierno, aturdido en las mareas incontenibles de un lodazal oceánico. Cientos de aventuras y millares de descalabros a cada cual más patético y vergonzoso. El afán dislocado de dejar ese mundo fue sepultado por el placer en temporadas delirantes. Cuando me desenganché de la mitrobala, me enganché a la cocaína, y así hasta quince drogas más de todo tipo… por la nariz por la vena y hasta por detrás… y no solo sustancias… las malas compañías me ayudaron en mi viaje por ese círculo vicioso de repetición y de vivencias al filo de la ley del cielo y de la tierra. Lleno de odio hacia los demás, colmado de miedo a la realidad, y congestionado de deleites pasajeros, mi existencia se reducía a una sola palabra: vergüenza.
Lo único que me “salvaba” en cierto modo era mi trabajo en una empresa dura pero apasionante, la que se encargaba de vigilar y conocer el firmamento de la creación, con todas sus conjunciones, astros y constelaciones, departamento desconocido para mí, yo solo me encargaba de conducir los transbordadores espaciales pese a mi estado, que disimulaba en los exámenes médicos ingiriendo un antídoto para serpientes conseguido en el contrabando que servía de sucedáneo para neutralizar los efectos visibles de los estupefacientes en el organismo.  Sin embargo no se podía enmascarar el rigor mortis de mi alma, reflejado en mi faz. Lo que no sabía era lo que me esperaba en uno de esos puntos de la inmensidad cósmica.
Hace unos días me propusieron desde la jefatura una tarea extremadamente bien pagada pese a su relativa sencillez pero considerable riesgo. Era tan grande la suma monetaria que acepté el puesto, ya que así me podría pagar un avanzado programa de desintoxicación, eso o continuar malgastando dinero hasta el límite de la muerte eterna, ya que también perjudiqué a muchos de los míos y a sabiendas.
La misión espacial secreta encomendada por la agencia estelar Española consistía en surcar el espacio F-T-N para examinar la estela del cometa Empurio, bautizado así por nuestro grupo y la agencia SIMARION. La cuestión era comprobar, protegida la nave por un manto gravitacional último grito, si esa fulgurante estela dejaba algún tipo de resto material para analizar su procedencia y composición, ya que el cometa cumplía un ciclo de 500 años cruzando por el sistema solar según calculó Jonás Angulo, un antiguo y talentoso empleado nuestro que fue despedido por una serie de complicaciones derivadas de un tremendo accidente. Como ya dije esta labor era totalmente secreta pues no convenía por asuntos de competencia, que nadie adivinase los nuevos milagros técnicos a los que habíamos llegado gracias a los antiguos escritos de Angulo, y menos que este se enterase ya que aunque depresivo, seguía con vida y mantenía cierto contacto con miembros de la SIMARION, y por tanto podía advertir el hecho y emprender acciones legales contra nosotros en pleno derecho. A mí personalmente aunque no conocí a Jonás, me parecía una cerdada el utilizar sus conocimientos tecnológicos por cuenta de la empresa a sus espaldas, pero soy un peón más y no solo eso, sino que iba a ser el único en el puesto de conducción. Vamos, que la misión era para mí solito, me tendría que acercar al condenado cometa, esperar a buena distancia que pasase con suma cautela y precaución para no ser absorbido por su campo de gravedad, y después acercarme en la blindada nave y recoger los pedacitos incandescentes, si es que los hubiera, para posterior análisis en un laboratorio especial en la órbita terrestre. Yo como siempre, ver, oír y callar, pues no era más que un empleado de conducción y recogida, como un camionero o un tipo del motocarro que se gana la vida, solo que esta vez el problema era esa piedrecita que venía a una velocidad casi imperceptible y que podría destruir por ejemplo, la isla Tenerife si chocara con nuestro azul planeta. Los científicos y físicos de la organización me explicaron todo cuanto debía saber sobre la naturaleza del bólido en una formal y privada conferencia, lo digo así porque ¿de qué me valdría conocer todos los componentes de ese chisme si mi faena era algo concreto?… pensándolo bien, había pasado por momentos peores en mi carrera como cuando un fallo en el sistema hizo estallar la estación T-6 en órbita terrestre, y en la misión de salvación de los pocos supervivientes, los pedazos amenazaban con estragar nuestro débil trasbordador, y tanta prisa claro era para evitar que algún fragmento chocara contra Neo-Media uno, en antena todavía con sus frívolos y asquerosos programas, pero todo un estandarte de la nueva era tecnológica. Después vino un cursillo de conducción espacial practicado en un tanque de agua para ensayar los peligros de acercarme al cometa Empurio y como subsanar posibles errores de cálculo.
Y al fin llego el día de la salida… todo preparado. Tres… dos… uno… y me lanzo solo hacía más allá de las columnas del mundo, con el río negro fluyendo por mi corazón.








 Capítulo 2

Ya estoy fuera de la exosfera y parto a gran velocidad hacia la supuesta trayectoria del cometa, tal y como me han indicado los ilustres físicos de la agencia. Espero que sepan lo que se hacen, pues ya solo me falta no confiar en ellos. Se habían tirado 15 meses planeando la operación en las asombrosamente precarias instalaciones de la zona 14, ya que habría agentes y trabajadores que no debían conocer acerca de la misión en su totalidad. De hecho se nos había obligado a firmar una cláusula en el contrato con la exigencia de guardar silencio dentro y fuera de la agencia, más escrupulosamente en la calle claro. En cuanto al despegue, había salido correcto, y el cohete estaba libre de los apéndices suplementarios… desde luego, no era el más moderno de los vehículos, puesto que ya, la mayoría de los trasbordadores funcionaban como aviones-V, sin necesidad de pista de aterrizaje.
Y así, hasta que arribara con mi cohete al complicado punto “D”, justo bordeando el cinturón de asteroides, la misión seguiría un cauce normal y rutinario de más de 20 días en el que en la relativa intimidad de la cabina, solo interrumpida por las conexiones con la tierra, aproveché para replantearme la vida en su generalidad. Examine todos los pasos que me habían llevado a esta exasperante situación y es que no todos los momentos fueron malos. Aunque su huella negativa pesara más en mi corazón, intenté recordar sin éxito la niñez, la referencia paternal, el primer amor, todas esas cosas de la existencia terrena que al principio eran bellas y embriagadoras y que después quedaban hundidas por las complicaciones, deformadas por el pecado, consumidas por una pasión irrefrenable. Escudriñé por dentro la manera de purgar tanto dolor de color de rosa, pero tan solo sentía pulsión por una mujer más, adicción por una dosis más y rechazo por todo tipo de amor que rompiera mi condena. Como una punzada, rememoré el dramático episodio de mi última relación con Sonia, una psicótica imprevisible.
Aquello fue demasiado, y las estrellas se hacían cada vez más amenazadoras y odiosas, y la nave solo era un compartimiento en el que no podía andar ni casi moverme, todo lo ocupaba el gigantesco motor de propulsión. En cuanto a la cabina o hacía un calor insoportable o un frío polar, fallo pues de los chicos de acondicionamiento. Amarrado hasta las cejas, tenía en el segmento inferior un tubo por el que mear y echar las heces y un dispositivo en el casco por el que chupar un líquido caramelizado de nutrientes varios que además funcionaba como heparina para evitar coágulos en los viajes largos.
De pronto sonó la radio, era el enlace desde la tierra para que diera el parte de situación. Cada dos horas más o menos se hacia la conexión, aunque en mi trabajo la noción del tiempo se trastoca. Tras dos minutos, cambio y corto y a seguir navegando… ya traspaso la Luna muy cerca de su suelo, y puedo ver gente desde las bases despedirme con la mano… a ver si os cae una bomba todavía…

Desperté con el piloto automático encendido, traspasado el planeta Marte, se acercaba la hora de llegar al citado punto “D”, era el día 11 y toda mi reflexión personal había culminado en que yo era un miserable inmundo excluido de todo tipo de perdón.
Como digo, todo en mi realidad era sobrevivir, y sentía una sensación nauseabunda por el ser humano… sobre todo cuando me decían que yo les manipulaba y utilizaba a mi antojo.
En mi situación de angustia acrecentada en la embarcación, decidí usar un último recurso: el dispositivo terapéutico que era a la mitrobala lo que la metadona a la heroína y aunque no estaba oficializado, se usaba uno de sus componentes para paliar la angustia en los viajes tensos… yo no era tensión lo que tenía sino sensación de derrota… y no entendía muy bien el por qué… Tomé la dosis y al rato parecía sentir euforia, pero aún con el persistente pensamiento dentro de mí que no moría… ¡Maldición!
En todo ese caos mental lloré no de contrición, sino de rabia por no poder arrepentirme de tanto mal causado a mí y a los demás, pero pensé que al menos seguía teniendo, mientras estuviera vivo, una oportunidad de cambiar… ¿cómo conseguirlo? ¿Si cargaba con el ídolo de mi cochambre y cabalgaba en la nave de las turbulencias?… durante años la paz me había resultado algo demasiado aburrido, prefería la sensación de vivir jugando con fuego y que las chascas me azotasen.
En el día 20 arribé al punto “D” y divisé los gigantescos y sobrecogedores amasijos de roca primitiva que eran el cinturón de asteroides. Era increíble la sensación que me transmitía, sentirme como un microbio frente a un elefante de solo el más pequeño de los meteoros. A popa se hacía más que visible el cometa Empurio, y según el radar, estaba más cerca de lo que parecía, acercándose a una velocidad increíble a pesar de lo lejos que estamos del sol. Dispuse los objetivos, la distancia oportuna, y las grandes pinzas de titanio para aprovechar la pasada del bólido. El manto gravitacional estaba activo y en principio no había nada que temer, pero es que ver toda esa mole de luz del Empurio aproximarse acongojaba sobremanera.
Y en el último minuto, completamente deslumbrado, sonó otra vez la radio con un chisporroteo, seguido por una interferencia, y al cabo de un rato se hizo un silencio que indicaba que “alguien” al otro lado ya me escuchaba … yo supuse que eran los de la agencia y hablé…
-Si control, soy Alberto, todo funciona correctamente, no hay errores de cómputo, aquí sigo al borde del punto “D” aguardando la inminente llegada del cometa y su paso por la coordenada G-5, estoy a un minuto de la operación, todo está funcionando correctamente, cambio…
Y entonces una voz profunda, serena, y apacible como no la había escuchado yo nunca salió del aparato contestándome:
-Amigo, le hablo desde Molina 1, estoy llegando a su situación, puedo ver su embarcación, mi nombre es Jonás Angulo, ex-miembro de la agencia estelar española…
Me quede mudo… ¡Jonás Angulo!, ¿qué hacía allí ese hombre?, entre balbuceos intenté contestar
-Perdón, ¿cómo dice?, ¿es usted Angulo? ¿Qué hace en este canal?
A lo que me respondió
-Estoy aquí en una misión interior, ha sido un viaje terriblemente esperanzador, ha llegado la hora, espero volver al planeta, aunque el encontrarme con usted puede ser un signo crucial.
El cometa Empurio se acercaba peligrosamente a mi punto de situación, pero nosotros seguíamos hablando, la situación no tenía sentido alguno, ¿como había logrado contactar conmigo?
-¿De qué me habla? ¡Explíquese! – y su voz se tornó aún más cálida y como reconciliadora
-Mi buen amigo, construí esta nave como una sección más de mi tremendo ego personal, y me lancé a las puertas del inframundo más allá de los límites de Plutón, no obstante mi corazón está ya tranquilo al haber sido alcanzado por la luz.
Completamente contrariado, aquello me golpeó sin control por dentro y con lágrimas de nuevo en los ojos, escupí lo primero que me salió
-¿Que luz es esa?, ¡muéstremela!
A lo que tras un pequeño silencio, continuó Angulo esta vez con gran determinación
-Caballero, usted la ha encontrado, abra su corazón a ella, piense lo mucho que le queda por ganar, no se deje revolcar en el lodo
Encuentre a su familia, reconcíliese, Busque el amor de Dios, de Cristo, el cielo le espera, el pastor ha encontrado a su oveja, su travesía comienza ahora, yo debo continuar, adiós…
-¡Espere! ¡No me deje ahora!, ¡Jonás!
Y la conexión se terminó en una gran interferencia. Hacia proa pude ver una nave de unos cinco metros con forma de cápsula que se aproximaba a gran velocidad. Era una embarcación de forma extrañísima, llena de imperfecciones de estructura, pero con un asombroso diseño de motor que la hacía propulsarse a tremenda velocidad por el lecho espacial…
-¡Angulo!, ¡maldición!, ¡deténgase!, ¡el cometa va a pasar!, ¡va a arrollarle!
Pero era inútil, la emisión se había cortado, y esa Molina 1 se precipitaba como por un acantilado hacia la posición límite de la trayectoria del cometa, por un momento pensé que dado a la velocidad de la nave esta podría esquivar esa inmensa bola de fuego, sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos aquella maltrecha construcción fue barrida por el resplandor venido de la inmensidad sin yo poder hacer nada por evitarlo. No quedó ni rastro de la tal Molina-1, tremenda fue la impotencia que sentí.
En unos minutos la cola del Empurio se perdió en su largo ciclo por el sistema solar, no me atrevo a decir perpetuo, porque de las palabras de Angulo sí que nacía una luz de eternidad. Impactado pero incapaz de resolver ya el accidente de Jonás, cumplí mi trabajo en silencio, recogí algunos pedazos de inclasificable materia que quedaron esparcidos ardiendo en fuego mudo, di la vuelta, y me dirigí a toda prisa hacia la Tierra con el alma en el misterio del más allá. Entre tanta meditación, volvió a sonar la radio, era desde control preguntándome el resultado de la misión. Cuando les explique el encuentro y la muerte de Jonás Angulo, no les cogió de sorpresa, ya que por lo visto, un miembro de la SIMARION había seguido por telescopio el desplazamiento de Molina-1 y acababa de informar a nuestra agencia del desenlace, raro es que no lo hiciera antes.



Conclusión

De lo extremadamente sobrecogedora que fue mi corta experiencia, recibí el ejemplo de un hombre que parecía no temerle ya a nada, y eso no le hacía un temerario, ya que el deseo de Angulo era retornar urgentemente a la tierra, pero era la esperanza de la que yo hablaba antes la que le movía, la que le había transformado, virando en los límites de Plutón rumbo al origen, a casa. En cuanto a mí, una vela interior había sido avivada y ardía ahora más que nunca, algo increíble. Sentía la seguridad de que mi vida empezaba a integrarse dentro de una sinfonía desconocida de refulgente verdad, que podría reconciliar mis tres tiempos personales, familiares, y soñaba con un libro de la vida en el que estuviese mi nombre escrito. Todavía había mucho camino que recorrer por supuesto, pero aquella vuelta a casa había sido desencadenada por ese encuentro enigmático, por ese minuto hacia la eternidad.

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