5 - El Retrato (Un viaje increíble)



Autorretrato era el nombre del suntuoso marco que mis finos y nicotinosos dedos plasmaron en una lámina blanca de 90 cm de largo por 70 de ancho. Tiempo de factura una semana. Obviamente como su mismo nombre revelaba, era una pintura realista que exhibía la actualidad de mi persona con 30 años recién cumplidos, portador aun de una lozanía considerable y según las mujeres, exultante de un atractivo fuera de toda duda, a mí en cambio esta obra me parecía una recreación iluminada de toda mi antigua energía post-adolescente, época que se había marchado con perpleja rapidez quedando esa estampa como remembranza de una etapa perdida pero que conservaba en mí sus efectos, como si de una imposible gracia se tratara, contradiciendo las vivencias de mis años más locos. Debido a mi contento por la obra recién finiquitada, decidí montar una pequeña exposición para amigos en la pequeña galería de mi antigua casa, adornada y completada por obras pertenecientes a mis antepasados más cercanos, alguno con cierto renombre popular para mi desgracia, pues mi temprana carrera pictórica no daba los frutos deseados ni en lo material ni en satisfacción interior, el resto de criaturas en blanco y negro en su mayoría habían recibido las típicas muestras de aprobación por compromiso, falsas a mas no poder, o ligeros gestos labiales que mostraban incredulidad en cuanto a mis pretensiones de reconquistar el mundo artístico como un khan de los negocios. Para eso había que tener talento, algo que sin duda había heredado de mis progenitores, pero además era necesario una mentalidad menos soberbia y más humilde para que la verdadera belleza desde los confines de lo inconcebible surgiera, se deslizara, e hiciera sublimar lo inanimado. Lo mío era el genio desorbitado y megalómano, demostrado a fuego por mis discusiones y monólogos emprendidos con cualquiera que me prestara un poco de atención a la mínima de cambio, ¡Ponte a escribir un libro! me llegó a soltar algún subnormal, claro está, con lengua viperina.
Autorretrato podía ser el final de una etapa artificiada de fracasos que ahora podía cambiar, la lámina en si no era más que yo mismo y una parte visible de mi camisa, broche en el cuello incluido, con el pelo ondulado, peinado hacia atrás y una evidente expresión de superioridad…
Una noche llegue yo de una cita realmente exitosa con Ruth, un pibon deseable de no muchos hombres, por su exótica belleza. Aquella cita había resultado satisfactoria, no por haber llegado hasta el final como muchos dicen, cosa que no había pasado, sino por la impresión que ella se había llevado de mí. La había conseguido engañar en casi todo, como de costumbre y ya habíamos quedado en vernos otra vez. Yo me sentía eufórico y exitoso, todo un macho alfa la verdad, capacitado para dar todo tipo de placeres físicos y mentales a las féminas, cosa que me llenaba de una seguridad todopoderosa. Pero esto… se esfumaba velozmente como el último grano de un reloj de arena, No tenía en principio ningún motivo para desplomarme pero es que pensé que cuando contara esto a mis amistades, ellas se reirían de nuevo por dejarlo todo según ellos a segunda instancia. De alguna manera, pensamientos así me inducían a reflexionar sobre una faceta que había intentado ocultar por todos los medios: la hipocresía, y el dejar todos los productos de mi personalidad a medias. Realmente salvo ese retrato, todo había sido abandonado en la mitad de proceso, mis estudios, mi confirmación, mis relaciones, y eso le dejaba a uno un gran vacío por dentro difícil de restaurar, pues el caos era notable y las ganas insaciables de volver a cometer los mismos errores llamaban a mi puerta, como si de una pulsión siniestra se tratase. Realmente era muy frecuente en mí ese tipo de sensaciones, la impresión de cabalgar entre dos márgenes de inestabilidad, secundado por una retahíla de terribles seres de pesadilla…
Podía pasar del entusiasmo burbujeante a una caída al abismo de la perplejidad depresiva en apenas minutos, y apenas lo comprendía.
En mi cuarto todo era un orden impecable pero cada adorno de la casa estaba lleno de un vacío incontestable y de podredumbre…
Y ante mis ojos estaba el… el cuadro portador de toda la farsa que había fabricado durante mi vida, y parecía tan victorioso que en ese momento me repugnaba…

Y así, en ese momento de intensa e inevitable ofuscación bramé al retrato: ¿quién eres tú? ¿de dónde vienes? ¿porque esta turbación? Y en un segundo a un movimiento del brazo, rasgué el fino pliego del retrato en pleno arrebato destructivo y sin arrepentirme un momento…
Y lo que ví no se me olvidara en la vida… detrás del papel en el que se había pintado el cuadro no estaba la madera del soporte, sino que una negra oscuridad, un vacío indescriptible se abría ante mí, ¡detrás del retrato había otra dimensión!, en ella no se veía nada pero una impresión de sombría infinitud se sobreponía a toda razón objetiva… un manto de terror me sobrecogió y quede paralizado algo más de medio minuto, solo espabilé cuando un viento frío de fétido y pérfido olor emanó de las profundidades de aquel precipicio imposible





El Retrato Segunda parte

Era imposible adivinar la composición de aquel olor… ni el peor de los excrementos del planeta se asemejaba lo más mínimo a esa miasma… obviamente me aparté deprisa y casi vomito del asco, al restablecerme observe que la fetidez había remitido, por lo que ya podía acercarme más a la raja del retrato… la oscuridad seguía ahí imperturbable y silenciosa como si del mismo espacio se tratase y yo empecé a preguntarme de donde venía aquel enigma sobrenatural, me di la vuelta por el lado trasero del soporte y la oscuridad seguía allí… por la abertura del roto, como si una brecha se hubiese abierto en la misma realidad rumbo a quien sabe que … entonces sonó el teléfono, yo tarde varios segundos en reaccionar y dirigirme al piso de abajo a cogerlo. Baje las viejas escaleras como un zombi y el teléfono continuaba sonando… ¿quién sería a estas horas de la madrugada?, al cogerlo resulto ser Rodrigo, un viejo amigo interesado sobre todo en saber cómo había marchado la cita entre Ruth y yo, le colgué al instante, no tenía la más mínima gana de hablar, e ipso facto volvió a sonar el teléfono con insistencia, este Rodrigo nunca para en su empeño de cotillear por lo que descolgué rápidamente dispuesto a cantarle las cuarenta: Mira Rodrigo no tengo ni puñetera gana de hablar por favor mañana será otro di…
Y una voz inimaginable repetía sin cesar: Entra y ve… Entra y ve… Entra y ve…
El teléfono se me cayó al suelo de la impresión y yo seguía escuchando la cola de esa voz terrible y lejana… instintivamente me dirigí a toda prisa al piso de arriba para ver si la dimensión de detrás del retrato seguía allí, o si todo había sido producto de la sugestión, incluso la llamada, pero al llegar a la habitación contemple con horror que ese agujero continuaba ahora con una extraña luz grisácea recubriéndolo todo… las luces se habían fundido y aquella maligna claridad invadía mi cuarto de estudios. Era de una materia gaseosa pero a la vez levemente gelatinosa… salpicando los muebles y la cama, entonces volví a escuchar tres veces “Entra y ve, entra y ve, entra y ve” por la misma voz fantasmagórica
Entonces decidí penetrar en aquel terrible misterio… poco a poco como a cámara lenta acerqué mi cabeza por la abertura para respirar lo que allí se divisaba, mi cabeza entró y encontré la misma oscuridad, pero hacia abajo parecía verse una mínima luz como si hubiese tierra allí abajo
Lleno de valor me subí a un taburete con cuidado de no partir más el retrato y tomando aire como si no fuera a respirar más, de un salto y un poco inconscientemente, me tiré a ese misterio despidiendo un grito por el que se me escapo todo el aire de mis pulmones. Ciertamente la gravedad allí era muy diferente a la de la tierra, notaba como caía y el fondo se hacía más visible pero yo me sentía flotando como en el agua, al poco rato sorprendentemente toqué el suelo y se veía como un corredor al fondo terminado por una finísima refulgencia. No parecía oírse nada ni nadie y grité ridículamente para que me escuchara alguien dentro de esa extrañeza cósmica
-¿Oiga? ¿hay alguien? ¡respondan!…
Y se escuchó como un murmullo de voces amenazantes a discreción sin saber de dónde venían, yo ahí si tuve miedo, y me arrepentí de haberme lanzado a esa dimensión desconocida… aquella mínima luz se erigía vacilante unos metros más adelante, pero en ese lugar la perspectiva era algo nebulosa y engañosa por lo que cada vez que me acercaba y alargaba mis brazos para agarrarla, la luz seguía en el mismo punto. Era como el diminuto fulgor de un fuego rojo enano, asemejándose a una meta inalcanzable… entonces tropecé con “algo” y caí al suelo haciéndome daño la verdad, pero no me rompí nada. Una voz espeluznante y burlona acometió al momento
-Los andobas como tú siempre tan torpes, los que pasan por aquí tropiezan con mi pie ja ja ja es importante que te levantes si al final del juego quieres llegar amigo
Con un humor de perros me incorpore y lance puñetazos a mi derredor, pero esa puñetera risa burlona seguía esta vez mas nasalmente y con el mismo registro de ultratumba, no veía nada ni entendía nada pero uno de mis puños fue capturado por una mano viscosa y apestosa que apretujaba a todo lo que daba, parecía que mis nudillos iban a reventar de tanta presión
-¡Ah suelta desgraciado! ¡Muestra tu asquerosa faz!, a ver si tienes…
Y lo más desagradable de la tierra era poca cosa comparado a lo que vi… una llama verde salió del dedo de esa criatura y se le podía contemplar… era una especie de gnomo gordo y baboso con la lengua fuera pendientes a los lados cresta en el pelo y remaches metálicos por la piel
-Mi faz es tu semblante por dentro tío listo, no sé de qué te asustas, si hemos hablado cantidad de veces y creado las fantasías más putrefactas y engañosas jajaj!
Y así deje de verle, en una milésima de segundo pareció transportarse y se oía un ruido como de pies veloces, así acometieron tanto en mi cabeza como en el ambiente circundante siniestras risotadas que me desolaron, eran espantosas y abyectas, y me volví loco dando puñetazos y patadas en la oscuridad, de esta manera me tiré durante varios minutos fuera de mí, hasta que mi pie golpeo dramáticamente contra algo metálico que resonó con un eco interminable.
Ahí mi pie sí que se resintió y empecé a llorar de angustia y dolor, debí hacerme un esguince, aunque con todas creo que podré caminar, levantándome, me apoye inconscientemente en un aparato de forma alargada también metálico en su textura, y parecía que se movía, curioseando en la penumbra, parecía tener un pequeño botón que al presionarlo encendió una potente luz, era como una antorcha artificial producida por una desconocida ciencia, y estaba pringada por la sustancia mucilaginosa, de aquella criatura misteriosa y volátil, a mis lados pude comprobar como yo estaba metido como en una especie de caverna con enigmáticas construcciones de alguna secreción inimaginable, como una colmena, el techo, estaba a gran altura y se podía ver el agujero por el que había caído que no era sino el roto del retrato por el que asomaba mi habitación, todo era como si estuviese dentro de un templo de oculta naturaleza,  volví a oír los gimoteos y risas de aquellas bestias inmundas, yo haciéndome el macho volví a chillar contra ellas
-¡Venga! ¡Salid aquí desgraciadas, puedo con todas que os pensáis!
Por lo visto mi bravuconería terrenal no se había aplacado en aquella dimensión escondida, y seguí gritando durante unos minutos más hasta que mi voz se apagaba. Como así no conseguía nada y las carcajadas de los monstruos invisibles no cesaban pensé en hacer algo, a mi lado había una extraña columna con forma de órgano vital que respiraba, medía más de 20 metros de altura y se contraía y expandía como una aberrante víscera, la idea fue acercarme allí con la antorcha y tratar de incendiarlo a ver qué pasaba, pues era algo de una aparente importancia por su tamaño e ignominiosa canonización. Me puse a un palmo e hinque sin dudar el pico de la antorcha por donde salía el fuego y al instante aparecí en otro escenario, estaba en otro corredor distinto, aquella inmensa tripa era como una puerta interdimensional y esa antorcha como la llave


El Retrato Tercera parte


Me encontraba esta vez en una nueva dimensión radicalmente distinta al repugnante panal, era como un templo de enorme factura todo de blanco, de gigantescas columnas marmóreas que eran el soporte de una bóveda gigantesca que expulsaba un rayo de color rojizo que llegaba hasta el suelo, las risas y gimoteos continuaban obstinados e insoportables y yo me observé y mi vestuario había mutado a imagen de la centella
-¡Callaos de una vez miserables! ¡no hay quien os aguante!, ¡salid de mi cabeza!
Y las carcajadas burlonas continuaron a mayor volumen para mi desgracia. Lo mejor sería continuar el sendero que nos conducía a esa mínima luz que esta vez era un poco más grande a mis ojos. Continué el sendero marcado por una especie de chapas de metal diseminadas como si alguien las hubiese dejado ya allí con propósito de guiar hasta la “meta” conocida solo por unos pocos aventureros cósmicos. Durante el viaje me pregunté por la intención que tendría aquella dimensión desconocida.

Y entonces llegué al final de esa luz, es decir la “meta”, era un gigantesco chorro de luz que emergía desde las profundidades del suelo hasta un lugar indeterminado en el firmamento, a mi encuentro aparecieron todas esas criaturas con vestidos de guerra y a mi lado, una voz me dijo, ¡déjalas y ven conmigo!, me giré y esa voz correspondía a la imagen de una mujer con aspecto humilde, inocente y francamente bello con lágrimas en los ojos. Las criaturas blandieron sus repugnantes armas dispuestos a atacar pero sin embargo, cometiendo el fallo de dejar al descubierto una salida por la que llegar a esa luz que parecía un maligno surtidor conductor a quien sabe que otra dimensión
-¡Si entras no saldrás en toda la eternidad!, ¡por favor! ¡Ven conmigo oh hijo mío!-
Eso dijo la mujer
A mí me impactó aquello de “hijo mío”, y las criaturas se acercaban, por su parte el surtidor de luz exclamó con voz terrible “Entra”
Y cuando mi corazón sintió aquella llamada de la mujer, decidí correr hacia ella y nos fundimos en un largo abrazo, cuando abrí los ojos estaba ya en mi habitación.


El Retrato Tercera parte

Me encontraba esta vez en una nueva dimensión radicalmente distinta al repugnante panal, era como un templo de enorme factura todo de blanco, de gigantescas columnas marmóreas que eran el soporte de una bóveda gigantesca que expulsaba un rayo de color rojizo que llegaba hasta el suelo, las risas y gimoteos continuaban obstinados e insoportables y yo me observé y mi vestuario había mutado a imagen de la centella
-¡Callaos de una vez miserables! ¡no hay quien os aguante!, ¡salid de mi cabeza!
Y las carcajadas burlonas continuaron a mayor volumen para mi desgracia. Lo mejor sería continuar el sendero que nos conducía a esa mínima luz que esta vez era un poco más grande a mis ojos. Continué el sendero marcado por una especie de chapas de metal diseminadas como si alguien las hubiese dejado ya allí con propósito de guiar hasta la “meta” conocida solo por unos pocos aventureros cósmicos. Durante el viaje me pregunté por la intención que tendría aquella dimensión desconocida.

Y entonces llegué al final de esa luz, es decir la “meta”, era un gigantesco chorro de luz que emergía desde las profundidades del suelo hasta un lugar indeterminado en el firmamento, a mi encuentro aparecieron todas esas criaturas con vestidos de guerra y a mi lado, una voz me dijo, ¡déjalas y ven conmigo!, me giré y esa voz correspondía a la imagen de una mujer con aspecto humilde, inocente y francamente bello con lágrimas en los ojos. Las criaturas blandieron sus repugnantes armas dispuestos a atacar pero sin embargo, cometiendo el fallo de dejar al descubierto una salida por la que llegar a esa luz que parecía un maligno surtidor conductor a quien sabe que otra dimensión
-¡Si entras no saldrás en toda la eternidad!, ¡por favor! ¡Ven conmigo oh hijo mío!-
Eso dijo la mujer
A mí me impactó aquello de “hijo mío”, y las criaturas se acercaban, por su parte el surtidor de luz exclamó con voz terrible “Entra”
Y cuando mi corazón sintió aquella llamada de la mujer, decidí correr hacia ella y nos fundimos en un largo abrazo, cuando abrí los ojos estaba ya en mi habitación.




 El Retrato Tercera parte

Me encontraba esta vez en una nueva dimensión radicalmente distinta al repugnante panal, era como un templo de enorme factura todo de blanco, de gigantescas columnas marmóreas que eran el soporte de una bóveda gigantesca que expulsaba un rayo de color rojizo que llegaba hasta el suelo, las risas y gimoteos continuaban obstinados e insoportables y yo me observé y mi vestuario había mutado a imagen de la centella
-¡Callaos de una vez miserables! ¡no hay quien os aguante!, ¡salid de mi cabeza!
Y las carcajadas burlonas continuaron a mayor volumen para mi desgracia. Lo mejor sería continuar el sendero que nos conducía a esa mínima luz que esta vez era un poco más grande a mis ojos. Continué el sendero marcado por una especie de chapas de metal diseminadas como si alguien las hubiese dejado ya allí con propósito de guiar hasta la “meta” conocida solo por unos pocos aventureros cósmicos. Durante el viaje me pregunté por la intención que tendría aquella dimensión desconocida.

Y entonces llegué al final de esa luz, es decir la “meta”, era un gigantesco chorro de luz que emergía desde las profundidades del suelo hasta un lugar indeterminado en el firmamento, a mi encuentro aparecieron todas esas criaturas con vestidos de guerra y a mi lado, una voz me dijo, ¡déjalas y ven conmigo!, me giré y esa voz correspondía a la imagen de una mujer con aspecto humilde, inocente y francamente bello con lágrimas en los ojos. Las criaturas blandieron sus repugnantes armas dispuestos a atacar pero sin embargo, cometiendo el fallo de dejar al descubierto una salida por la que llegar a esa luz que parecía un maligno surtidor conductor a quien sabe que otra dimensión
-¡Si entras no saldrás en toda la eternidad!, ¡por favor! ¡Ven conmigo oh hijo mío!-
Eso dijo la mujer
A mí me impactó aquello de “hijo mío”, y las criaturas se acercaban, por su parte el surtidor de luz exclamó con voz terrible “Entra”
Y cuando mi corazón sintió aquella llamada de la mujer, decidí correr hacia ella y nos fundimos en un largo abrazo, cuando abrí los ojos estaba ya en mi habitación.


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